¿Te suena esta escena?
Buscas en internet una receta de pescado… y de pronto, tu móvil empieza a mostrarte ofertas de sartenes, restaurantes y hasta viajes a la costa.
Parece magia, pero no lo es: es la mirada algorítmica.
Vivimos rodeados de programas invisibles —los algoritmos— que observan, registran y analizan cada clic, cada búsqueda y cada paso que damos con el teléfono en el bolsillo.
Pueden ayudarnos, sí, pero también moldean lo que vemos, lo que pensamos… y lo que compramos.
¿Qué es la “mirada algorítmica”?
Imagina que todo lo que haces en internet lo viera un observador invisible. No una persona, sino un sistema informático que guarda memoria de tus gustos, horarios y costumbres.
Ese “observador” no se limita a mirarte: decide qué te enseña y qué no.
Es como si llevaras unas gafas que solo te muestran una parte del mundo.
La idea se parece al panóptico que describió Michel Foucault: una torre de vigilancia desde la que se puede observar todo, aunque no se sepa cuándo.
En el siglo XXI, la torre no es de piedra… es digital.
El negocio detrás: el capitalismo de vigilancia
Toda esta observación forma parte de un modelo económico llamado capitalismo de vigilancia.
Tus datos son el nuevo petróleo: se recogen, procesan y venden para predecir qué harás y cómo convencerte de hacer algo.
Ejemplos: - Redes sociales que te enganchan mostrándote más de lo que ya te gusta.
- Tiendas online que “adivinan” lo que necesitas.
- Plataformas que te recomiendan una película para que no sueltes la pantalla.
El riesgo es que así dejamos de elegir libremente y nuestro mundo se reduce a lo que un algoritmo decide.
¿Podemos hacer algo?
Sí. La clave está en la alfabetización de datos.
No es solo entender números o gráficos, sino aprender a:
- Preguntar de dónde vienen los datos.
- Sospechar cuando la información es demasiado “a medida”.
- Proteger nuestra privacidad.
- Salir de la burbuja informativa.
Con estas habilidades, no solo usamos la tecnología: también la entendemos y decidimos mejor.
Recuperar el control
No se trata de vivir desconectados ni de demonizar la tecnología.
Se trata de mirar también a los algoritmos. Si ellos nos observan, nosotros podemos aprender a observarlos: saber qué hacen, por qué lo hacen y cómo nos afectan.
En un mundo donde todo parece medirse, recordemos que no todo lo importante cabe en un dato.
Y que tenemos derecho a decidir cómo queremos que nos miren… y qué queremos mirar nosotros.
En la era digital, aprender sobre datos es aprender a defender tu libertad.