¿Es la inteligencia la meta del instinto?

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Author

Manuel Carabias Aguilar

Published

May 16, 2025

¿Es la inteligencia la meta del instinto?

La historia de la vida en la Tierra es también la historia de una transformación silenciosa y profunda: desde la materia inerte hasta la aparición de la conciencia. Este camino, que recorre miles de millones de años, nos invita a plantearnos una cuestión fascinante: ¿es la inteligencia el destino final del instinto?

De la materia al pensamiento

La vida biológica es, ante todo, una forma especial de organización de la materia, regida por procesos fisicoquímicos que permiten a los organismos nutrirse, reproducirse, relacionarse y evolucionar. En su origen más remoto, la vida emergió —quizás de forma espontánea o tal vez importada desde el cosmos— como una chispa organizada entre proteínas y ácidos nucleicos en una sopa primordial rica en energía solar y compuestos químicos simples.

Desde esas primeras formas de vida unicelular, la evolución fue seleccionando estructuras más complejas y eficientes. En esta complejificación emergente, no sólo cambió la biología: surgió la posibilidad de que la materia comenzara a pensarse a sí misma.

La evolución como doble proceso: entropía y antientropía

El universo avanza, simultáneamente, hacia la entropía —el desorden, la dispersión de energía— y hacia la complejidad creciente de ciertos sistemas que parecen resistir ese destino caótico. Esta antientropía se manifiesta en la vida, que organiza, ordena, construye estructuras complejas y, finalmente, conciencia.

Desde las partículas subatómicas hasta el cerebro humano, la evolución biológica puede entenderse como un viaje de complejidad creciente. Y en ese trayecto, el cerebro aparece como la máxima expresión de organización de la materia viva.

¿Un cerebro… o dos?

En el cerebro humano, compuesto por dos hemisferios interconectados pero funcionalmente diferenciados, encontramos un modelo de cooperación, polaridad y complementariedad. No sólo son estructuras bilaterales por economía evolutiva: la interacción entre hemisferios es clave para funciones tan fundamentales como el lenguaje, la imaginación, la toma de decisiones o la construcción del yo.

La neurociencia ha mostrado que estos dos cerebros dentro de uno se coordinan mediante complejas redes neuronales, y que su separación provoca efectos profundos, incluso una suerte de “doble mente”. Así, podríamos decir que el conocimiento mismo es producto del diálogo interno entre dos polos cerebrales, que alternan y negocian la percepción, la acción y el pensamiento.

Hacia una inteligencia colectiva

La evolución del cerebro no parece haber terminado. Hoy, podemos imaginar que la tendencia natural hacia una mayor complejidad pueda conducir a formas superiores de conciencia colectiva. Como apunta el autor, podríamos estar avanzando hacia estructuras “supercerebrales” coordinadas entre organismos inteligentes, una especie de inteligencia distribuida o colectiva que trascienda al individuo.

Este horizonte especulativo, inspirado en autores como Teilhard de Chardin y teorías modernas de sistemas abiertos, nos obliga a repensar el lugar de la humanidad en la biosfera. ¿Es la conciencia individual un peldaño hacia una conciencia global?