Cuando el mundo cambia sin estallar: sobre los cambios sociales
Las revoluciones —esas rupturas abruptas que saltan a los libros de historia— nos hablan de fuego y pancartas, de transformaciones violentas que arrasan viejos órdenes y prometen otros nuevos. Muchas de ellas abrieron camino: la Revolución Francesa, la bolchevique o los movimientos anticolonialistas. Sin embargo, junto a la esperanza, trajeron también rechazo, pánico y odio. Cambios de esa magnitud generan desgarros en el tejido social: parte de la sociedad se cierra, se radicaliza, se aferra a lo conocido y rechaza cualquier novedad que no comprenda ni comparta.
Pero la transformación social que realmente permanece, no ocurre en horas “revolucionarias”. Sucede más bien a ritmo suave, en la vida cotidiana, en conversaciones del día a día, en generaciones que cambian sin darse cuenta de que han cambiado. Estos cambios lentos —emergentes o resultado de ingeniería social— son los que de verdad modifican el mapa de la conciencia colectiva. No necesitan una barricada, ni de balas, ni de insultos, ni de amenazas: surgen en la educación, en los medios, en las instituciones, en los gestos compartidos con naturalidad.
La educación: dos caras de un mismo poder
La educación puede ser motor de emancipación o herramienta de alienación.
Educación liberadora. Cuando la enseñanza anima el pensamiento crítico, se enfrenta al temido dogmatismo. Así se rechazó la esclavitud, así emergió la conciencia ecológica, así se articuló una nueva mirada sobre los derechos civiles: pedagogías que invitan a cuestionar, a analizar, a reparar, a soñar. En este modo, el ciudadano se construye como sujeto reflexivo, capaz de entender su mundo y transformarlo.
Educación manipuladora. Pero la palabra educación también puede cubrir proyectos oscuros: aquellos que desvirtúan la noción misma de «educar» para domesticarnos, para anestesiarnos. Esa forma de educación no cuestiona, no provoca reflexión; adoctrina. Promueve el separatismo, el rechazo a la ciencia (como ocurre con el antivacunas), o fomenta identidades fragmentadas desde una visión estrecha y sentimental. Lo triste no es que existan esas prácticas, sino que en muchas ocasiones se disfrazan de enseñanza legítima: matizan la realidad, moldean percepciones, aíslan mentes. En este sentido, múltiples son los ejemplos de filósofos y politólogos, ensalzados a la mayor de las glorias en el ámbito académico, pero cuya obra no resiste el menor ataque crítico por ser dogmatismo en estado puro (e.g. Paulo Freire).
El choque de dos formas de cambio
Cambio abrupto (revolución) | Cambio pausado (emergente) |
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Ruptura conflitiva, visible | Evolución silenciosa, cultural |
Producción de miedo y rechazo | Inclusión gradual, transformación aceptada |
Riesgo de fragmentación social | Construcción lenta del consenso |
A menudo impuesta desde arriba | Surge del terreno, de grupos, de redes sociales |
¿Por qué los cambios lentos importan más?
Porque no dejan víctimas visibles ni banderas que ondeen. Remueven el suelo bajo nuestros pies sin que lo notemos. Son procesos invisibles en apariencia, pero transformadores de fondo: alteran mentalidades, reconfiguran prácticas colectivas, abren paso a nuevas éticas de convivencia. Puede ser la forma en que cambiamos nuestras rutinas de consumo por conciencia ecológica, o cómo entendemos las relaciones de género, o cómo incorporamos valores como la colaboración o el respeto a la diversidad.
Estos cambios pausados son reconductibles desde la política pública y desde los movimientos sociales: necesitan pedagogías, debates, evocación de lo común, experiencias compartidas. En ese espacio interviene el poder central de la enseñanza: el aula, la familia, los medios, la calle.
Seamos conscientes de que no todo cambio debe doler, ni todo movimiento sea una fractura. La verdadera transformación colectiva puede ser suave, plástica, prosaica en sus comienzos. Y ahí torcemos no solo las estructuras visibles, sino las formas de mirar, sentir y actuar. Sin embargo, ojo avizor porque no todo cambio lento, pausado, es enriquecedor. Estamos bajo el riesgo continuo de la manipulación ideológica a través del mensaje atractivo, de la frase cautivadora, de la pedagogía (manipuladora) de activistas con piel de cordero.
Nota: este post ha sido filtrado por un sistema de inteligencia artificial sólo para corregir expresiones y errores gramaticales.